19 de agosto de 2011

La calita con arenas doradas.

Siento una sacudida cuando una ola agresiva rompe en los dedos de mis pies. Elevo la cabeza con suspicacia, y entrecierro los ojos por la claridad de la mañana. El olor salado entra por mi nariz, recorriendo cada rinconcito de mi cuerpo. Muevo los dedos arriba y abajo, ya que han quedado aplastados bajo una masa espesa y pringosa de arena mojada. Sonrío. 
-No te acobardes. Lo estás deseando.-Siento una oleada de calor en mi mano, cuando alguien me agarra suavemente los dedos y los sacude lentamente. Susurra.-Es muy temprano. Me sorprendió no verte en mi cama.
-Siento que tuvieras que dormir en el sofá. Me siento una intrusa.-Me trago una carcajada, y de ahí sale un sonido bastante extraño.-Necesitaba oir las olas. Hace  tanto tiempo que no vengo a una playa como esta... desde...-Trago saliva, y siento como me arden los ojos. Enseguida me froto violentamente y sonrío. Lo miro a los ojos, está tan confuso como yo. Gira su cabeza hacia la derecha y susurra, como intentara no despertar a alguien débilmente dormido.
-¿Te apetece...-Hace una pausa-...un baño?.
-¿Estás loco?-Encojo los ojos.
-Lo suficiente como para hacer esto.
-¿Cómo?-No tengo tiempo suficiente como para terminar la frase, cuando me coge por la cintura y me lleva violentamente contra las olas. Pataleo y grito, aunque sonrío y río, aunque ruego que me suelte, a mis adentros deseo que siga así, que me agarre y me apriete contra su cuerpo. La ropa se nos pega fría a nuestros torsos, y cuando al fin me suelta, siento que me sonrojo. Me abrazo a mi misma, y no por frío, si no porque tras la tela casi transparente, puede divisarse casi toda mi anatomía, sin nada más abajo. Lo observo una vez más, Me prometo que tan solo será un momento, un segundo nada más. Su cabello platino le cae mojado sobre la cara, revuelto y frío. Comienzo a tiritar, y me acerco rogando un poco de calor corporal, como una cría buscando en calor de su progenitor. Introduzco mis palmas arrugadas y frías bajo su camisa, y siento como se estremece al tacto de mi piel con la suya. Escondo mi cara en su cuello, aunque necesito ponerme de puntillas para esto. Sonrío escondida en su garganta fuerte y relajada. Noto como se tensa y sonríe a mi vez.
Me percato en que somos dos locos abrazados en una pequeña playa a las siete de la mañana, mojados y ¿por qué no?, quizás enamorados.

Rose.

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