13 de diciembre de 2010

Cuándo algo termina, es porque algo está apunto de comenzar.

Día décimo tercero, Mes Décimo Segundo.


Nuestras miradas se cruzaron en el mismo momento en cual una lágrima fría raspaba cruel en mis párpados. El instituto me pareció tan silencioso, incluso pacífico. No encontré su sonrisa, ni sus hoyuelos en su tez clara como la nieve. ¿Se había enterado?. Quizá todo fue un sueño. Sí sí. Un extraño, y lejano sueño. Rezaba para mientras caminaba hacia adelante, el sonriera de su cara extinguida, y me abrazara con ese reconfortante beso de cada lunes por la mañana.
-No puedo creerlo, Remember. Y menos aún de ti.
-¿Qué?
- Por favor, no vuelvas a intentar hablar conmigo... Nunca más.-  Todo fue firme , vigoroso. Ensayado. Tenía miedo. Ya no sentía esa asumible y reparadora calidez en mis dedos. No estaba protegida. La fuerte furia me esperaba ahí fuera,  dispuesta a golpearme. Y sí, no estaba junto a él. Su mirada chispeante desaparece entre la densa fauna de adolescentes, y no la encuentro. Busco, espero oír el despertador. Rezo, porque todo acabe. Alguien me roza la nuca con gracia, me giro.
-Hola, princesa.
- Qué coño quieres.
-Creo que quedó claro el otro día, ¿No es así?.
-No quieras hablarme hoy Justin.
-Hago lo que quiero, y más contigo, ¿Me oyes?.- Intento borrarlo de mi mente, pero sus manos calientes recorren mi pierna hasta el principio de mi trasero. Intento apartarme, el solo me aprieta más a su pecho. Quiero gritar, salir huyendo.
Se va, con esa sonrisa, esa sonrisa que sería apto de congelar la sonora risa de un alegre muchacho. Corro, desgasto las zapatillas negras, con los cordones desatados. En varias ocasiones sentí ese miedo. Pero sin duda, nunca sentí tanto dolor. Ese dolor que, me obligaba a huir. La cabeza está clavada en el inodoro. La cerámica  fría de éste, me clava unas punzantes en la nuca. Mis piernas tiritan, descubiertas al gélido suelo. El baño está silencioso, solo se oye mi castañeo de dientes, y mi sonoros gritos. No tengo miedo. No temo morir. No temo desvanecer en este mismo instante. Solo temo, que, él se olvide de, lo que un día, llegamos a sentir.
Creí que los recuerdos malos eran lo que más dolor podían hacer. Error. Como una película  antigua, cada uno de los recuerdos pasaron uno, a  uno por mi cabeza. Vi su mirada chispeante tras la tiniebla, tras la puerta. Esa mirada que, era capaz de que este dolor, fuera extinto. Era feliz.
-¿Remember?
-Nicolás... ¿¡Nicolás!?. - Me desmayo. La mano cae sobre el enlosado frío. Mis ojos no creían, mi corazón palpita. ¿A caso estaba muerta?.

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