16 de diciembre de 2010

Pagar justos por pecadores.

Día décimo sexto,  Mes décimo segundo.



















Su sonrisa dislocada y sus ojos susurrantes se encuentran calígnes en la habitación blanca. Se apodera de mi cara con sus dos manos frías, como el beso final de un arcaico romance ante la atenta y, a la vez indiferente mirada de los transeúntes esperando su tren a las altas horas de la madrugada. Susurra, costosamente :

-No te puedes rendir.    La batalla no se pierde cuando caes, si no cuando te das finalmente por vencida.- Sonríe, su cara gélida hace movimientos de negación, sus rizos revolotean por su frente. Podría decir que no ha cambiado desde aquella vez, pero todo él, está desemejante. Da dos paso hacia atrás, un mariposeo de brillantes rodean su cuerpecito exánime, perfectamente recto . Con una mano, se despide ofreciéndome un beso con la palma descubierta. El mariposeo va creciendo, tapando todo él, menos su boca, de donde de ella sale un adiós.
Siento un cosquilleo en el brazo, va creciendo. Se hace insoportable, hasta que forzosamente abro los ojos. Un destello frágil se disipaba a mi derecha. Intento frotarme la cara, pero parezco inmóvil.
-Estás aquí, conmigo. No tengas miedo, estoy contigo.
-¿Nicolás?.
-No, remember, soy Jhon.
-Oh, mi Jhon. No puedo creer que estés aquí, conmigo.- Mi mano ahuecada acaricia su mejilla, dónde descubro una insignificante lágrima.
- Sabes que nunca te dejaría sola, nunca. Al parecer te desmayastes. Y para que pases este susto, mira, te traigo esto. - Me entrega cariñosamente la cestita de picnik, junto a una carta y una rosa marchita. Siento demasiado dolor como para leer. Abro débil la caja. Descubro una alianza de oro ligeramente pulido. Leo la escritura en su interior grabada.
     "No intentas conseguir un corazón, gánalo día a día, hasta que te lo entreguen."
-Es... precioso Jhon, pero ... No sé si debo quedarmelo.
-Deja que te lea la carta por favor.
      
    La experiencia de amarte no fue fácil. Si he aprendido una cosa, es que no puedes asegurarte de amar, y ser amado. Hoy, puedes ser el ser más feliz, y mañana perderlo todo. No pagan justos por pecadores, si no que los pecadores se disfrazan de justos. No pretendo que entiendas, ni desordenar tu conciencia. Solo, recordarte que nunca te arrepientas de nada. Si fue bueno: es maravilloso. Si fue malo, es experiencia.

La tarde pasó amena, rápida, y amarga. Todos sabíamos que esa "pecadora" disfrazada era yo. Pero en cambio, esta pecadora no cometió delito. Si no otro que el de amar. Nada más delito que amar. No quiero que se me refiera como justa. No quiero que se me refiera como pecadora. Si no por ser la culpable del delito más sublime y excéntrico. Amar.

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