22 de agosto de 2011

El País de las Maravillas.

Sueña. Sonríe. Sorpréndete. Llora. Vive.
-Quiero enseñarte algo.-Me abrocho la chaqueta de lana, y me froto las manos en los pitillos gastados. Esas palabras salen de su boca lentamente, como si quisiera saborear cada una de sus palabras. Miro con curiosidad sus ojos verdosos, que con la luz brillante del día carecen casi de azul
-¿Está lejos?.
-¿Qué mas da eso?.-Carraspea. Comparo su pelo revuelto aun liso con los cabellos sedosos y ondulados de James, su hermano. Si te fijas bien en sus ojos, tienen una ligera similitud. Aunque son tan distintos, tan encantadores. Dave tiene sus dientes ligeramente torcidos, aunque James muestra una sonrisa completamente perfecta. Dave tiene unos ojos grandes y brillantes, aunque los de James son rasgados y oscuros. Los dos son altísimos. aunque Dave posee un cuerpo musculado y fuerte. Sin embargo, James es tan elegante, tan fino que parece que su cuerpo se compone de rectas y delicadas curvas. ¡Son tan diferentes!. Y los dos me atraen por igual. ¡Ay, Remember, y pensar que viajaste tanto para acabar igual!. Y es que, la historia se repite
-No la pierdas eh.-Sonríe.
-¿Para qué sirve?.-Frunzo los labios, nunca me han interesado mucho las sorpresas.
-Es la entrada para un lugar -Me agarra la mano. -Cierra los ojos.-Hago lo que me ordena. Inspiro lentamente, y siento  una oleada de viento fuerte que hace que me desabroche violentamente la chaqueta celeste. El  peinado recogido antes bien peinado, ha quedado en un intento de moño. Hago el intento de abrir los ojos, pero el fuerte viento hace que en menos de un segundo vuelva a cerrarlos con escozor. El viendo amaina lentamente, y aun siento su mano agarrada fuertemente a la mía.                      -Lentamente abre los ojos.-Dice en un susurro.  Hago lo que me dice nuevamente despacio, y ahogo una exclamación al ver borroso lo que veo. Sacudo la cabeza y abro los ojos más. Este lugar se parece al país de las maravillas. Sí, sí. El de Alicia. Pero, en este caso, este era nuestro país. El país de Dave y yo.
-¿La tienes?
-¿Eh?-Desorientada y confusa, hago un gesto de confusión. Luego, caigo a lo que se refiere. Le entrego la entrada azul, y sonríe.
-¿Preparada?.-Asiento. Tengo curiosidad de dónde me lleva.

Por un momento espero encontrarme con ese gato que sonríe tanto, con esa oruga fumadora, con los hermanitos rechonchos, y, sin miedo, con la reina de corazones.
Es un jardin largo, extenso y sin fauna alguna. Un cielo rosado cubre el horizonte, y más lejos, una puerta. Introduce la entrada, que segundos sobre sale con una marquita, parecida a la que hacen en el metro, donde, nos besamos.
Veo una pantalla blanca, ancha. Dos asientos, y gominolas de frambuesa. Tomo asiento. Se apaga la sala, donde solo se oyen nuestras respiraciones. Al comenzar, se pueden leer varias palabras abajo a la derecha.

Sueña. Sonríe. Sorpréndete. Llora. Vive.

21 de agosto de 2011

La noche en la que me desvelé.

Una resonancia sorda embriaga toda la habitación. Me siento en la cama con una exclamación ahogada. Me froto los ojos y veo alarmada  la hora que apunta el reloj. 6.43.
Arrastro la manta de piel hacia el suelo con los pies, y sin hacer ruido me dirijo a la cocina. "Tengo que encontrar algo, pero ya". Pienso. Una luz anaranjada se incluye en la cocina que, poco a poco consigue que tenga que entrecerrar los ojos. Respiro hondo, lentamente. Cojo la cesta de buñuelos con chocolate frío y le doy a la tecla de 2 minutos al microondas. Cuando ya tengo esa masa caliente con chocolate fundido entre mis manos, me dirijo hacia la habitación de Dave. Suspiro. Empujo lentamente la puertezuela, y hace que otra oleada de luz naranja me deslumbre. Allí está, en su cama de más de dos metros, tapado hasta la coronilla. Sonrío, y cierro la puerta. Dos pasos mas allá está la habitación de James. Me sorprendo al ver que está cerrada desde dentro, y no se puede entrar. Me encojo de hombros, abatida, y me dirijo hacia mi habitación. Comienzo a relatar.

"Siete y once minutos"
"Nadie sabe con certeza cuando, donde o como. No hay ninguna persona que te pueda asegurar que todo va a ocurrir en algún día o momento determinado. Nadie. Hoy piensas que todo va a salir bien, y te sorprendes. Pero supongo que eso es lo bonito de todo esto. Que si ve que hoy no ha salido bien, piensas que mañana será otro día. Y así sucesivamente hasta que ocurre. El truco no está en esperar, si no en creer en que algún día sucederá."

20 de agosto de 2011

James o Dave.


19 de agosto de 2011

Demasiado coincidencia.

La habitación permanece oscura, silenciosa. En el ventanal se oye el repiqueteo de un gorrión color negro que salta y pía sobre el alféizar. Estoy harta de contemplar la habitación desde este ángulo muerto, pero aún así, no hago el mínimo intento de saltar de este maldito sillón, el único recuerdo que me traje de París. Su color morado reluce tanto como el primer día. Aun recuerdo cuando me lo regaló, lo bien que permanecía en aquella habitación turquesa en la que tantos buenos momentos pasé. Lo veo con desprecio, con asco. Su color morado me marea, hace que me estremezca de dolor. Cierro los ojos, y lo diviso de un color blanco, blanco como las nubes, puro y limpio. Abro los ojos. Me acuesto sobre sus brazos, dejando la melena caer son sus respaldos. Me pregunto si Dave andará por ahí, aun navega por la playa donde nos dimos el segundo beso. Oh, ese beso. Sacudo la cabeza, con la intención de olvidar cada uno de mis pensamientos. Miro al techo, al ventanal. Sonrío. El pequeño gorrión comparte mi alféizar con otro muy similar a él. Pongo mi palma aun húmeda sobre el cristal, y me estremezco al sentir el frío contacto. Suena el sonoro toc toc en la puerta. pregunto:
-¿Sí?
-Eh... ¿Dave?.-Una voz ronca, pero aun parece joven.
-No, soy Remember.
-¿Quién?.-Parece confundido. Me incorporo y me recojo un poco el pelo con un moño. Me siento sobre el mullido sillón, y me abrocho el abrigo (Otro recuerdo que rescaté de mi antigua vida), luego, digo:
-Eh, pasa si quieres.-Escucho el chispeante sonido de unos zapatos negros, que, es lo primero que veo. Reconozco su chaqueta con un corte poco similar, parecido a los de marca francesa, o italiana. Sus pantalones de tela cara, brillantes. Y su peinado revuelto y negro, con unos ojos oscuros, tan oscuros que no se diferencia su pequeña pupila. A su lado parezco una pordiosera.
-Soy James, el hermano de Dave.-Sonríe, y me enseña sus dientes perfectamente alienados, brillantes. Al sonreír se descubre una pequeña cicatriz bajo su mandíbula, que hace que me hipnotice, y permanezca varios segundos divisando aquella marca tan atractiva. Carraspeo un poco, y me presento. Su pequeño sombrero invernal hace que recuerde a una temporada antigua, muy antigua. Parece sonrojado, y alegre por verme. -Traigo pomelos.-Me sorprendo y no puedo evitar levantarme de un salto.   -¡Y azúcar!.-Sonrío, y le dejo sitio a mi lado, ya que el sillón es perfectamente cómodo para dos. Entonces siento ese ardor en los ojos, vuelvo a frotarme los ojos violentamente, y me dispongo a disfrutar de aquel manjar.  No puedo evitar pensar en la dubitativa de cómo ha sabido exactamente mi postre, comida, cena o desayuno favorito. Sacudo la cabeza y pienso que habrá mucha gente como yo. Le sonrío, y asiento como para agradecerle y disculparme por solo haberle dejado de disfrutar de medio pomelo. Vuelvo a mirarlo, y a disfrutar de su elegancia, su frescura y talante. Su vestimenta y ese olor tan dulce y embriagador. Me mira de una manera tan íntima, tan reconocible que me hace pensar seriamente si ya lo había visto antes. Y entonces lo sé. Esos ojos, esa sonrisa, y esos labios lleno de azúcar y jugo de pomelo. Me atrevo a preguntarle.
-¿Nos conocemos?
-Créeme, no le ofrezco este manjar a nadie que no esté seguro a que lo vaya a disfrutar, o al menos tanto como disfrutaste tú.-Carraspea. Me esfuerzo en descifrar aquella mirada penetrante, aquellos labios rosados y finos como la hoja de afeitar. Y finalmente concluyo. 
Quizás sea un deja vu. 

La calita con arenas doradas.

Siento una sacudida cuando una ola agresiva rompe en los dedos de mis pies. Elevo la cabeza con suspicacia, y entrecierro los ojos por la claridad de la mañana. El olor salado entra por mi nariz, recorriendo cada rinconcito de mi cuerpo. Muevo los dedos arriba y abajo, ya que han quedado aplastados bajo una masa espesa y pringosa de arena mojada. Sonrío. 
-No te acobardes. Lo estás deseando.-Siento una oleada de calor en mi mano, cuando alguien me agarra suavemente los dedos y los sacude lentamente. Susurra.-Es muy temprano. Me sorprendió no verte en mi cama.
-Siento que tuvieras que dormir en el sofá. Me siento una intrusa.-Me trago una carcajada, y de ahí sale un sonido bastante extraño.-Necesitaba oir las olas. Hace  tanto tiempo que no vengo a una playa como esta... desde...-Trago saliva, y siento como me arden los ojos. Enseguida me froto violentamente y sonrío. Lo miro a los ojos, está tan confuso como yo. Gira su cabeza hacia la derecha y susurra, como intentara no despertar a alguien débilmente dormido.
-¿Te apetece...-Hace una pausa-...un baño?.
-¿Estás loco?-Encojo los ojos.
-Lo suficiente como para hacer esto.
-¿Cómo?-No tengo tiempo suficiente como para terminar la frase, cuando me coge por la cintura y me lleva violentamente contra las olas. Pataleo y grito, aunque sonrío y río, aunque ruego que me suelte, a mis adentros deseo que siga así, que me agarre y me apriete contra su cuerpo. La ropa se nos pega fría a nuestros torsos, y cuando al fin me suelta, siento que me sonrojo. Me abrazo a mi misma, y no por frío, si no porque tras la tela casi transparente, puede divisarse casi toda mi anatomía, sin nada más abajo. Lo observo una vez más, Me prometo que tan solo será un momento, un segundo nada más. Su cabello platino le cae mojado sobre la cara, revuelto y frío. Comienzo a tiritar, y me acerco rogando un poco de calor corporal, como una cría buscando en calor de su progenitor. Introduzco mis palmas arrugadas y frías bajo su camisa, y siento como se estremece al tacto de mi piel con la suya. Escondo mi cara en su cuello, aunque necesito ponerme de puntillas para esto. Sonrío escondida en su garganta fuerte y relajada. Noto como se tensa y sonríe a mi vez.
Me percato en que somos dos locos abrazados en una pequeña playa a las siete de la mañana, mojados y ¿por qué no?, quizás enamorados.

Rose.

17 de agosto de 2011

Vagón 23.

Quizás yo buscara de algún modo esto. O de algún modo deseara acabar así. Todas las personas me repetían que un clavo saca otro, que cuando una puerta se cierra una ventana se abre, quizás un ventanal grande y luminoso con vistas al bosque. Pero, lo que entiendo, todo significa lo mismo. La vida es una real mierda, y tienes que esperar a que el destino te mande alguna cosa buena. Quizás deba de ser más positiva, atraer buenas vibraciones hacia mí. Pero dudo que sea tan fácil, tiene que tener alguna clase de truco que aun yo...
-Perdona.
-¿Qué? ¿Quién...?-
 Esboza una sonrisa cálida, que refleja mi vista aturdida en sus blancos e inmensos dientes. Luego, dice:
-Perdona, ¿Vas a coger ese libro?.
-Pues la verdad es que sí, créeme, lo necesito más que tú.-Sonrío y pestañeo rápidamente para creer lo que realmente estoy viendo delante de mí. Un chico alto, con ojos azul mar, un verde azulado que penetra tan dentro de mí, que siento una ligera punzada en el estómago. La biblioteca está en silencio, y la sección de drama-juvenil está desierta, desierta sin contar a aquel chico de ojos soñadores, y a mí.
-Yo pienso que no. Nadie es más desdichado en estos momentos. Oh, perdona, me llamo Dave, y no suelo venir por aquí.-Encoge los hombros y mira hacia su derecha a la vez que sonríe timidamente. Ese gesto hace que un mechón rubio platino caiga por su perfecta frente.
-No sabes lo que de verdad es tener una vida de pura pena. - Me tiemblan las piernas, así que hago un gesto de exasperación con la cabeza y me dirijo hacia una mesa de roble oscuro con el libro en la mano. Él me sigue a paso rápido, con sus perfectos movimientos y facciones. Coloca una silla junto a mi, sentándose con el respaldo sobre su cultural pecho, y apoyando sus brazos entrecruzados sobre la mesa. Luego sube la vista hacia a mí lentamente, haciéndome sentir un calor íntimo.
-¿Eres de por aquí?, Es decir, nunca te había visto caminar entre estos libros, si fuera de lo contrario, te recordaría, créeme.-Sonríe.
-¿No dijiste que no venías mucho por aquí?-Me muerdo el labio inferior y suelto una carcajada demasiado sonora. Se oyen varios "¡Chist!" de fondo.
-No lo suficiente. Por cierto, aun no me dijistes tu nombre.
-Bueno Dave, yo soy Remember Rosember.
-La pequeña Rose, ¿eh?.- Me gusta, para empezar de nuevo en una ciudad completamente distinta, sin duda era un nuevo nombre genial.
-Exacto. ¿Te apetece un café? No conozco a mucha gente de por aquí.
-Tendremos que coger el metro.-Hace una mueca.
-Prometo protegerte, si es eso lo que te asusta.-Me levanto con el libro entre los brazos, cuando me giro- ¡Eh, Dave!, ¿No necesitabas este libro para alegrar un poco tu vida gris?-Sonrío, de una manera que enseño todos los dientes.
-Ya me lo has alegrado, ya no lo necesito- Me guiña el ojo y me agarra la cintura.-¿Preparada?.-Asiento.

 Tras pasar toda la tarde en una cafetería, con cintas gratuitas del local en la frente, cintura y demás, me hago valiente y digo:
-¿Vives solo?
-Con un amigo, ¿ por?
-Estoy buscando piso y... Solo serían unos días...
-Tienes casa.-Subimos al metro de las once en punto, donde a tan altas horas de la noche, tan solo dos vagabundos y tres adolescentes borrachos navegan en el vagón 23.
Eh, Rose, yo...-Se acerca lentamente, haciendo que fuertemente nuestros labios se fundan, que poco a poco la violencia de aquel beso, se fue convirtiendo en un dulce y cálido beso. El vagón da un traspiés, y hace que su cuerpo me empuje hacia una vara y me choque la cabeza. Lo último que recuerdo, es levantarme en una cama con sábanas olor jazmín, y unas vistas impresionantes de un bosque verde.