9 de abril de 2011

Yo no soy yo, él no es él.

Puede que ahora este sonriendo. Puede que ahora todo me vaya genial, y piense que la vida es maravillosa. Pero ese pensamiento aun me atormente cada segundo, cada minuto. 
¿Y si me he equivocado?.
-Jhon, ¿Que nos ha ocurrido?.
-Eh yo...
-¡No! ¡Shh!. Déjame hablar primero a mi, por favor. 
-Está bien, comienza Rem.
-Son tus ojos. Ya no chisporrotean, no gritan ni ruegan nada. Ya no besas con esa dulzura, ya no me abrazas con esa presión o fuerza en tus brazos. Ya no eres tú, y quizás yo no sea yo.-Acariciaba su pecho, besaba y atormentaba cada segundo que transcurría en sus brazos. Era como una mala medicina. Te curaba ese mal, pero te provocaba una segunda enfermedad, aun peor.
-¿Estás diciendo que yo no soy yo?
-Ni yo soy yo, ahora. Y quizás mañana tampoco sea yo. Por eso quiero que vuelvas, para que yo vuelva.
-Entonces... Ahora mismo ¿Quiénes somos?.
-Dos desconocidos que se aman con locura.
-Y, ¿Qué hay de malo en eso, Remember?
-Pues que yo no soy yo, y tú no eres tú. -Lo miraba con tristeza, cada vez más cuando me percataba de que, por más que buscara en sus ojos, ya no volvería a ver esas chispitas que salían cuando solo yo lo miraba. Habían desaparecido.
-Hagamos que vuelvan, como solo tu y yo sabemos.
-¿Cómo Jhon?
-Amándonos, amándonos mucho. Así, cuando se percaten de lo mucho que el uno se extraña al otro, volverán.
-Me gusta tu plan.-Sonrío. Pero, a la vez sé que todo este cuento, tan solo es un decorado para no decir que, quizás, y solo quizás, esa chispa de amor... Se haya esfumado, como ese frío de invierno, que había sido derrotado por la cálida brisa primaveral. Quizás y solo quizás, extrañaba a Rosse.

Si giraba la cabeza, podía ver las pequeñas florecillas dando sus buenos días en aquel campo. Si asomaba un poco más la cabecilla, la levantaba hacia el Sol, lo veía a él. Mi corazón palpitaba con fuerza, veía sus ojos brillar y bailotear en mis pupilas. "Tan solo es el sol" Me repetía una y otra vez, "no ha vuelto" me burlaba de mí misma. Y lo peor de todo, es que no sabía si debía estar allí contemplando el trigo ocre, o estar a tres dedos de allí, admirando la dulce primavera de París, y quizás, solo quizás, bajo el brazo de Rosse.

1 comentario:

  1. oinnnnnnnnnnnnnnnns
    vale, esto es tan precioso ( a su manera)
    un abrazo enorme:), me encanta.

    ResponderEliminar